
Vivía en una aldea bastante cerca de aquí, con su marido y sus tres hijos. El esposo no trabajaba apenas nada, ya que era un pueblo de señoritos ricos y no le daban trabajo por sus antecedentes políticos. Era de izquierdas y había estado en un campo de concentración.
Ella bien temprano se iba al río a lavar la ropa de estos señoritingos, pero antes dejaba el desayuno y la ropa de sus hijos preparada, para que no faltasen ni un solo día a la escuela. La ropa de los niños la lavaba todas las noches para que a la mañana siguiente fueran limpios y sin una sola mancha; ella no sabia ni leer ni escribir; desde muy pequeña tuvo que ponerse a trabajar y a cuidar de sus hermanos.
Después de venir de lavar en el río, se iba a las casas del pueblo para trabajar en las faenas de estas casas. Casi no dormía, porque no se acostaba hasta que su casa relucía.
Cuando sus hijos fueron mayores se instalaron en la ciudad, el marido encontró trabajo y la vida empezó a sonreirles un poco.
Lo que mas me llamaba la atención de ella era que siempre, siempre estaba riendo, siempre tenia una sonrisa en su cara, bromeando, contando chistes, una mujer maravillosa.
Mirad, a mi madre y a mis abuelas, que para mi han sido como mi madre, la quiero y las he querido con locura, pero esta mujer también la quería como a mi madre. Siempre que la he necesitado, la he tenido. Habréis podido adivinar que estoy hablando de mi suegra, aunque odio esta palabra. Lo peor es que ya no la tenemos con nosotros, pero este recuerdo va por ELLA